Los esfuerzos por mantener un estilo de vida lo más regular posible, independientemente de la inflación y de las complicaciones macroeconómicas, tienen nueva maniobra. Después de meses manteniendo el número de visitas a cafeterías o restaurantes y trabajando, sobre todo, en reducir el gasto en ellos, el público empieza a rebajar también su recurrencia. Lo hace, sobre todo, recortando los momentos en que acude a ellos para picar algo entre horas (desayuno, aperitivo, café por la tarde…), lo que cambia “dramáticamente” la estructura del mercado, la evolución de las distintas categorías y el tipo de consumidor.